La falacia de jerarquizar los problemas
Crear una jerarquía de problemas basada en su gravedad aparente puede sesgar nuestra percepción y enfoque. Este enfoque no solo es injusto para aquellos que sufren problemas 'menores', sino que también puede obstaculizar la implementación de soluciones efectivas.
Una creencia comúnmente sostenida es que algunos problemas son más 'importantes' que otros y así, por ende, merecen mayor atención y recursos. Desde esta perspectiva, los problemas se jerarquizan en grados de importancia, a menudo por subjetividades basadas en experiencias individuales, prejuicios o desinformación. Este proceso, aunque a veces puede tener propósitos prácticos en la gestión de recursos, ignora un hecho crítico: cada problema es singular y sus implicaciones no pueden ser completamente comprendidas o valoradas a través de comparaciones simplistas.
Tomar medidas para cualquier problema, independientemente de cómo se clasifique en la jerarquía percibida, tiene un valor inherente. El acto de tratar un problema, por 'pequeño' que pueda parecer a los ojos de la sociedad, puede tener un impacto significativo en la vida de las personas afectadas. El descuido de una serie de 'problemas menores' puede dar lugar a problemas mucho más amplios y graves en el futuro.
Esta falacia de jerarquía también puede desalentar a las personas a buscar ayuda o luchar por sus derechos. Al minimizar los problemas 'menores', se puede silenciar a las personas que están lidiando con estas situaciones, disuadiéndolas de buscar apoyo y soluciones. A la vez, se promueve una cultura de falta de empatía y respeto, donde ciertos sufrimientos se ven como 'menos válidos' que otros.
Es vital, por tanto, evitar la trampa de comparar problemas y, en su lugar, enfocarnos en reconocer y valorar cada problema por su singularidad. Solo al hacer esto podremos esforzarnos por dar a cada problema el enfoque, los recursos y la atención necesarios para resolverlo eficazmente. Debemos recordar siempre que todos los problemas son importantes para aquellos que los experimentan personalmente y que todos merecen ser atendidos con el mismo grado de seriedad y empatía por la sociedad.